3.2. Análisis de estrategias educativas de creación y
mantenimiento de hábitos relacionados la autonomía personal en las actividades
de la vida cotidiana infantil
Como
ya se ha indicado previamente, el proceso de crecimiento de los niños y niñas es un largo
camino que va desde la más absoluta dependencia a la independencia y autonomía
individual. En este proceso hay que tener muy en cuenta que cada niño y niña
presentan unas características y ritmo específico en cuanto a su propio
desarrollo, lo que implica la necesidad de conocer bien al niño o niña a la
hora de trabajar la adquisición de hábitos.
Es labor de la familia y los/as
educadores estimular a los niños y niñas para que sean capaces de realizar
aquellas actividades encaminadas a satisfacer sus necesidades fisiológicas,
como alimentarse, vestirse, asearse, etc., y sus necesidades relacionales, con
el propósito final de que nuestros/as pequeños/as adquieran la capacidad y
responsabilidad de valerse por sí mismos/as. Para ello, en la etapa infantil se
trabajarán los hábitos a partir de las rutinas diarias, uno de los aspectos de
la intervención educativa más relevante en la infancia.
3.2.1. Hábitos
y rutinas
Entendemos por hábito la ejecución de una
conducta o un modo de proceder que ha sido aprendido previamente y se repite de
forma cotidiana sin un esfuerzo significativo y sin la necesidad de motivación
extrínseca. Los hábitos se caracterizan por ser constantes y flexibles.
Constantes porque facilitan un marco de actuación a la persona y una forma de
relacionarse con los demás, y flexibles por su posibilidad de adaptación a
distintas situaciones o características del entorno. Así, por ejemplo, se puede
tener el hábito de ducharse todos los días por la mañana, pero si un día nos
levantamos tarde o no funciona el calentador podemos optar por asearnos
simplemente.
RECUERDA QUE
El hábito es una conducta aprendida
que se realiza a partir de unos criterios, sin control externo (premios o
castigos) y de forma continua. Si el
hábito se hace de forma correcta favorecerá la autonomía.
No hay que confundir hábito con habilidad, que hace referencia al saber
hacer del niño y la niña a partir de las capacidades físicas, cognitivas o
motrices que necesita para realizar una conducta con éxito. Tener habilidad
para llevar a cabo una acción no significa que se tenga el hábito, ya que éste
aparecerá cuando dicha acción se realice sin esfuerzo cada vez que la situación
lo exija.
La automatización de los hábitos se
obtiene a través de las rutinas,
dicho de otra manera, el proceso repetitivo y rutinario de una acción hace
posible la adquisición del hábito. Así, las rutinas harían referencia al
conjunto de actividades que los/as niños/as realizan diariamente de la misma
forma y en el mismo orden, ya que suelen ser conductas programadas basadas en
secuencias fijas. Para los/as niños/as las rutinas son muy importantes ya que
les proporcionan seguridad, pues se convierten en las primeras referencias espacio-temporales
que les permiten prever la secuencia de acontecimientos diarios, proporcionando
un marco estable y seguro de actuación.
Además de servir para estructurar el
tiempo y fijar la sucesión de actividades en un determinado orden, las rutinas
también crean relaciones de causalidad, entablan comunicación con el entorno
cercano y aumentan la autoestima de los niños y niñas al percibirse éstos con
mayor autonomía. Por lo tanto, el uso de rutinas facilita el desarrollo
cognitivo, afectivo y social.
3.2.2. Proceso de adquisición
de hábitos de autonomía personal en la infancia
El proceso de adquisición de hábitos
para alcanzar la autonomía en aspectos relacionados con la alimentación, el
descanso, la higiene, el orden, etc., necesita del apoyo y control por parte de
los adultos, tanto educadores/as como familia, quienes deberán presentar actividades
rutinarias teniendo en cuenta la edad, la existencia de unas capacidades
básicas y el grado de autonomía de los/as niños/as.
Resulta evidente que antes de tratar
de desarrollar un hábito debemos asegurarnos que el niño o la niña poseen las
capacidades suficientes para alcanzarlo. De lo contrario, el proceso de
adquisición del hábito sufrirá complicaciones, reduciendo su posibilidad de
éxito y generando desmotivación e inseguridad. En este sentido, existen dos
tipos de habilidades necesarias para
iniciar el proceso de adquisición de un hábito:
- Habilidades de ejecución, que son las concernientes a la motricidad fina y a la motricidad gruesa y que implican las posibilidades de movimientos del niño y la niña, la fuerza que pueden ejercer, la capacidad manipulativa o la coordinación visomanual. Se entiende, por tanto, que estas habilidades son fundamentales para poner en marcha el proceso de adquisición de un hábito, y se irán perfeccionando según se practiquen dichos hábitos, ganando en precisión y reduciendo el esfuerzo.
- Habilidades de planificación, que hacen referencia a la capacidad cognitiva para comprender y reconocer las acciones y la secuencia propias del hábito, y saber así cómo, cuándo, dónde y por qué se ha de realizar la conducta. Hay que tener en cuenta que no se pretende meramente una repetición automática de acciones, sino que el niño y la niña doten de sentido al hábito y lo generalicen a los distintos entornos. Por ejemplo, lavarse las manos antes de comer tanto en casa, como en la escuela, como en cualquier otro lugar si tiene la posibilidad de ello.
Por otro lado, no sólo se fomenta la
adquisición de hábitos con la práctica de los mismos. También se puede
potenciar su adquisición a través de canciones, poesías, retahílas, juegos,
cuentos o programas infantiles educativos que traten sobre el tema que se
quiera trabajar. De este modo, se refuerza la comprensión del hábito y su
placer por llevarlo a cabo.
Además del nivel de capacidad de
los/as niños/as, otros aspectos a tener en cuenta a la hora de desarrollar
hábitos son los espacios y recursos de los que disponemos, el nivel de
satisfacción que suponga al niño o la niña, la relación afectiva con los
adultos implicados y la buena elección del momento. Todos ellos los veremos más
adelante.
Otro aspecto relevante que no debemos
olvidar es que la mera comunicación al niño o niña de lo que tiene que hacer no
es suficiente. La comunicación verbal ha de acompañarse de una demostración
física que sirva de modelo, para que así se puedan poner en funcionamiento los
mecanismos de imitación. En este sentido, el proceso de modelado será más
efectivo cuando la conexión afectiva entre el niño o la niña y el adulto sea
buena y si se presentan las pautas de forma lúdica.
El hábito estará adquirido no
solamente cuando el niño o la niña sean capaces de realizar la conducta, sino
cuando además sean capaces de reconocer las situaciones en las cuales se ha de
aplicar dicho hábito y lo hagan sin la exigencia de terceras personas, es
decir, con autonomía. Esto conlleva un proceso de aprendizaje a largo plazo,
pues para consolidar muchos hábitos se necesita bastante tiempo. Por este
motivo, hay que plantear su aprendizaje de forma sistemática, teniendo claros
los objetivos a conseguir, la metodología a utilizar y el tiempo que se le va a
dedicar.
RECUERDA QUE
“Háblame y lo olvidaré, muéstrame y
lo recordaré, implícame y lo entenderé”. Confucio (551 a.C. – 479 a.C.)
Pensador chino
Programación de hábitos y rutinas
Para enseñar hábitos, aparte de
realizar programas específicos, es fundamental aprovechar las situaciones
diarias como la hora de comida o el baño para trabajar los hábitos que deseamos
que los niños y niñas aprendan. Dicha intervención educativa requiere una
programación y una evaluación continua, que a la vez permita adaptarse a cada
niño/a para asegurarse un óptimo avance del aprendizaje, lo que implica la
conveniencia de analizar los distintos factores que pueden incidir de forma
directa o indirecta en la adquisición de los hábitos antes de programar.
Por otro lado, es muy importante,
antes de iniciar el aprendizaje de las conductas en cuestión, analizar el
propio proceso y preguntarse acerca del tipo de acciones en las que se
descompone el hábito y el orden que han de seguir, su grado de dificultad, la
frecuencia de su repetición, el tiempo que requiere su consolidación, quiénes
van a participar en el desarrollo de la programación o cómo se va a evaluar el
proceso.
A su vez, a la hora de programar,
siempre se han de definir los siguientes elementos:
- Objetivos: el hábito que queremos instaurar
- Contenidos: los conceptos, procedimientos y actitudes relacionados con el hábito.
- Metodología: las técnicas que vamos a utilizar.
- Actividades: acciones que se van a llevar a cabo para conseguir las metas del programa
- Recursos: medios, tanto humanos como materiales, que se necesitan.
- Temporalización: tiempo y frecuencia que asignaremos a cada una de las acciones.
- Evaluación: comprobación y seguimiento de los objetivos planteados
Fases del proceso de adquisición de
hábitos
El
aprendizaje de un hábito pasa por una serie de fases:
- Fase de preparación, en la cual se definen los elementos del programa a llevar a cabo y se analizan las posibilidades del niño o niña y la adecuación del entorno. Además, ésta es la fase en la cual hay que empezar a motivar al niño o la niña fomentando el interés hacia las conductas objetivadas, facilitando de este modo una buena predisposición y una relación de confianza.
- Fase de aprendizaje. Una vez analizados los aspectos que han de posibilitar el aprendizaje, es el momento de enseñar el hábito. En un primer momento se planteará como un juego en el que la imitación tomará un papel relevante. El adulto, mediante una actitud positiva, servirá de guía al niño o la niña, observando sus dificultades, convirtiéndose en un apoyo en la ejecución y dando tiempo para que aprenda, analice y corrija los errores.En esta fase se recomienda actividades cortas, para evitar la fatiga, repetitivas a lo largo de la jornada y que no supongan la retirada brusca de alguna otra actividad placentera para el niño o la niña, ya que si no el hábito no se reforzaría positivamente.
- Fase de automatización. En esta fase la colaboración del adulto para la realización de la conducta es menos directa, enfocando su intervención hacia la motivación, la valoración de la ejecución y la potenciación de la autonomía. El niño o la niña acepta y dota de sentido el hábito que se le está enseñando y lo ejecuta adecuadamente.
- Fase de consolidación. Finalmente el niño o la niña realiza la conducta aprendida de forma autónoma cuando la situación así lo requiere, ya que el hábito se ha interiorizado.
3.2.3. Valoración de las necesidades
infantiles como eje de la actividad educativa.
Temporalización.
La actividad educativa se va a
vertebrar en torno a la satisfacción de las necesidades básicas, de este modo
el horario de una jornada de un centro infantil se confecciona teniendo en
cuenta los momentos de descanso, las conductas higiénicas y los distintos
momentos de alimentación.
RECUERDA QUE
Hay que respetar el tiempo que
necesita cada niño/a para adquirir el hábito, pues no todos/as tienen el mismo
ritmo o nivel de desarrollo.
Por otro lado, para la adquisición de
hábitos y rutinas es muy importante establecer un espacio temporal dedicado a
su aprendizaje, temporalizándose las actividades tanto a nivel diario como
semanal o mensual. En la confección de estos horarios se tendrá en cuenta:
- El tiempo y la frecuencia que se le dedicará a cada actividad.
- Que no sean actividades mecánicas exactamente iguales para todos los niños y niñas, pues se deberá considerar los distintos ritmos, nivel de desarrollo y afectos de cada niño/a.
- La alternancia de periodos de actividad con periodos de descanso
- La alternancia de actividades conducentes a la adquisición de hábitos con actividades lúdicas y/o académicas.
- Tener en cuenta los periodos de adaptación.
- Flexibilidad, tratando de evitar tanto la excesiva división del tiempo como la rigidez de la jornada
En términos generales, la división
temporal de una jornada en una escuela infantil gira en torno a una serie de
momentos, como son:
- La llegada a la escuela, con sus rutinas de acogida y saludos.
- La asamblea, como primer momento de encuentro entre los/as niños/as.
- La realización de actividades tanto individuales como colectivas en el aula-taller (psicomotricidad, cuentos, fichas, etc.)
- Desayunos y comidas, donde se trabajan hábitos de alimentación e higiene.
- Rutinas de higiene, tanto de lavado de manos como de utilización del WC.
- Desarrollo de actividades al aire libre, generadoras de mayor actividad.
- Puesta en marcha de actividades de relajación y descanso.
- Juego libre por los diferentes rincones.
- Rutinas de recogida y ordenación de materiales.
- Rutinas de despedida
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