El
crecimiento infantil es un indicador sensible del estado de salud de los niños
y las niñas y se requiere que se haga un seguimiento por parte de todos los
agentes de salud implicados en el cuidado y desarrollo de los mismos, desde el
entorno familiar, mediante una observación subjetiva y menos sistemática, hasta
los servicios sanitarios, mediante un control pediátrico preciso y riguroso.
4.1. La observación desde la escuela infantil
En la
escuela infantil, la valoración del crecimiento y desarrollo se llevará a cabo
principalmente a través de la observación, aunque de forma más técnica que en
el seno familiar. Mediante instrumentos de recogida de información, los
educadores y educadoras han de sistematizar la observación, no sólo para
detectar alteraciones en el crecimiento y desarrollo, sino también para ir
adaptando sus intervenciones didácticas a las necesidades de sus alumnos/as.
Las condiciones e interacciones que se producen en la escuela
infantil facilitan la detección de posibles dificultades en el proceso
evolutivo de los niños y las niñas, así como la observación de desajustes
emocionales o alteraciones del comportamiento. Tanto para observar el
desarrollo evolutivo normal como para observar la evolución de cualquier
trastorno o dificultad, los educadores y educadoras utilizarán registros de
observación en la escuela y llevarán a cabo entrevistas y cuestionarios para
obtener información del ámbito familiar acerca de los patrones de alimentación,
sueño, control de esfínteres, relaciones con los demás o aspectos
psicomotrices.
RECUERDA QUE
La información obtenida del seguimiento del desarrollo
por parte de la escuela infantil se debe compartir a través de informes con la
familia y con otros sectores que intervengan en el proceso de desarrollo del
niño o la niña.
4.2. Parámetros básicos para el seguimiento del crecimiento
infantil
Tras el nacimiento y durante toda la infancia, especialmente
durante los primeros años, se requiere un seguimiento del crecimiento para
comprobar que su avance es correcto. Así, a través de controles periódicos y la
aplicación de estándares de crecimiento se podrán detectar alteraciones en este
sentido, pudiendo llevar a cabo intervenciones tempranas y más eficaces. En
este sentido, nos centraremos en este punto de modo más específico en el
seguimiento que se lleva a cabo desde los servicios de de salud mediante el
control pediátrico.
2.4.1. Evaluación del recién nacido
En la etapa neonatal, que ocupa las primeras cuatro semanas
de vida, se lleva a cabo un exhaustivo control para comprobar que el
funcionamiento de los distintos aparatos y sistemas es correcto y que todos los
parámetros de crecimiento se mantienen dentro de la normalidad.
La primera evaluación que se le hace al bebé es el test de Apgar, que se realiza
inmediatamente tras el nacimiento y se repite a los cinco minutos. Se valoran
cinco parámetros: la frecuencia cardiaca, el tono muscular, el esfuerzo respiratorio,
los reflejos y el color de la piel. A cada parámetro se le asigna una puntuación
de 0, 1 ó 2, obteniéndose el resultado final de la suma de los cinco valores
obtenidos.
Si en la valoración que se realiza a los cinco minutos la
puntuación global está entre 0-3 puntos significa que el bebé tiene una
dificultad grave de supervivencia. Si es de 4-6 puntos la dificultad es
moderada y si varía entre 7-10 no hay dificultad para la vida extrauterina.
A las 24 horas de nacer se le realiza al bebé un nuevo
chequeo en el que se valorará de nuevo su aspecto general de modo exhaustivo.
Se explorarán la columna, la cabeza, los ojos, la boca, los genitales, los
oídos, las extremidades y muy especialmente las caderas, comprobando que abre y
flexiona correctamente las piernas. También se llevará a cabo una exploración neurológica para valorar
los reflejos del recién nacido como el reflejo de succión, el reflejo de Moro,
el reflejo de marcha, el reflejo de prensión plantar, etc.
Otra de las pruebas que se realiza en la primera semana de
vida es un screening neonatal conocida como la prueba de talón, que permite la detección
precoz de enfermedades metabólicas congénitas como el hipotiroidismo, la
hiperplasia suprarrenal, la fibrosis quística o la hiperfenilalaninemia.
También es recomendable realizar al bebé una prueba auditiva para poder detectar
posibles problemas como la deficiencia auditiva o sordera, en aras de ser
tratadas lo más precozmente posible.
2.4.2. Seguimiento del crecimiento de 0 a 6 años
Durante la infancia, los parámetros utilizados para el
control del crecimiento son fundamentalmente la talla, el peso, el índice de
masa corporal, el perímetro craneal y la maduración ósea.
RECUERDA QUE
El término antropometría hace referencia al estudio
cuantitativo de las características físicas del ser humano, utilizando técnicas
no invasivas, sencillas y de muy bajo coste.
La talla hace
referencia a la medida que va desde los pies a la cabeza y se mide de dos
formas. Hasta los dos años se realiza con el niño o la niña en posición de
decúbito supino sobre una tabla horizontal graduada que tiene dos soportes, uno
para la cabeza, que es fijo, y otro para los pies, que es extensible. Para que la medición sea
correcta, conviene que el niño o la niña estén estirados y que se realice entre
dos personas, para evitar los movimientos.
A partir de los 2 años la medición de la talla se realiza
de pie normalmente mediante un tallímetro, que es una tabla vertical graduada con un soporte
extensible en la parte de la cabeza. Es aconsejable, en este caso, que los
niños y las niñas tengan sus pies juntos y que la cabeza, espalda y pies toquen
la tabla vertical.
Por otro lado, hablamos del control del peso a la medición de la masa corporal. Para los niños y niñas
menores de dos años se utilizan básculas que permitan que se coloquen sentados
o tumbados. A partir de dos años se utilizan básculas de plataforma. En ambos
caso la medición se debe realizar sin ropa y sin zapatos.
La medida del peso tiene un valor más nutricional que de
crecimiento, por lo que suele utilizarse
frecuentemente en su relación con la talla. De este modo, un indicador muy
utilizado es el índice de masa corporal
(IMC), que es el cociente entre el peso en kilogramos dividido por la talla
en metros elevada al cuadrado (Kg/m2). Este índice se utiliza para establecer
si el peso de una persona es aceptable tomando en cuenta su estatura, o si está
en riesgo de desnutrición o de obesidad. Aunque su uso está muy extendido, el
IMC tiene la limitación de no distinguir la masa ósea o muscular de la grasa,
lo cual puede llevar a resultados confusos.
Hablamos de la medición del perímetro craneal o cefálico a la medición del perímetro de la
cabeza de un niño o una niña en su parte más grande. Es una medición importante,
especialmente en los primeros meses de vida, ya que el tamaño de la cabeza proporciona
una medida indirecta del crecimiento cerebral, y si el cerebro no se desarrolla
normalmente es probable que la cabeza sea más pequeña de lo normal.
La medición se debe efectuar con una cinta métrica de buena
calidad que no permita estirarse, pues podría generar lecturas erróneas. La
cinta se coloca en la frente por encima de las cejas y abajo de la línea del
pelo, y debe pasar por detrás de la cabeza por la parte más prominente del
occipucio.
En cuanto a la maduración
ósea, que hace referencia al grado de desarrollo de los huesos, es un método
seguro y fiable para evaluar la edad biológica de las personas. Así, el estudio
de la edad ósea permite evaluar lo rápido o lento que está madurando el
esqueleto de un niño o una niña, información que ayudará a diagnosticar
afecciones que retrasan o aceleran el crecimiento.
Normalmente, se realiza con una radiografía de la muñeca y
mano izquierda y se compara con los patrones estándar de la población de ese
sexo y rango de edad. Para
averiguar si la edad ósea está retrasada o adelantada, se estudia la cantidad
de cartílago que aún queda disponible, ya que cuando los cartílagos se cierran,
el hueso ya no se puede estirar más. De este modo, la edad ósea es un parámetro
que se calcula observando la calcificación de los huesos de esta zona, que es lo
que permite establecer la maduración y, por lo tanto, su edad ósea aproximada.
Además de los parámetros descritos, los controles médicos
también examinarán aspectos como el desarrollo psicomotor, el desarrollo del
lenguaje, la sociabilidad o el desarrollo de los distintos sistemas (sentidos,
extremidades, caderas, tensión arterial, etc.), aprovechando los momentos de
control para dar consejos sobre alimentación, seguridad e higiene.
2.4.3. Interpretación de instrumentos y datos sobre la
evaluación de los parámetros físicos
Una vez que se han tomado las mediciones de los parámetros de
crecimiento con los instrumentos adecuados, hay que relacionar dichas
mediciones con las tablas de crecimiento de referencia en cuanto a la edad y el
sexo.
Las tablas o curvas de crecimiento valoran el desarrollo
físico de los niños y las niñas en función de unos valores de referencia obtenidos
a partir de estudios de grupos amplios de niños y niñas de distintas edades. Los
datos obtenidos de dichos estudios se someten a diversos procedimientos
estadísticos, a partir de los cuales se obtienen las gráficas y los
percentiles. Estas tablas de crecimiento estándar son de gran ayuda a la hora
de detectar anomalías en el crecimiento normal de un niño o una niña, a partir de las desviaciones significativas que
se produzcan en las diversas medidas que se toman.
Hay que tener en cuenta que un percentil concreto, como dato aislado, no
tiene demasiado valor, ya que el crecimiento se tiene que valorar también
tomando en consideración factores como el ambiente o las características
físicas de familia. De este modo, un percentil muy alto o muy bajo no implica
necesariamente que el niño o la niña tengan un problema de crecimiento. Resulta
más interesante observar la curva de crecimiento de un niño o niña en
particular y comprobar si se crece siguiendo un patrón estable.
Los percentiles indican el valor de una medida en relación a
un grupo de 100 personas de la misma edad y sexo. En este sentido, si una niña
está en el percentil 60 de peso significa que, comparado con las niñas de su
edad, hay un 40 % de niñas que pesan más y un 40% que pesan menos. Hablamos
de patrones de normalidad cuando la puntuaciones se sitúan entre el percentil 3
y el percentil 97 (dos desviaciones típicas respecto a la media).
En cuanto a la elaboración de las tablas de crecimiento, la
OMS llevó a cabo un estudio multicéntrico sobre el patrón de crecimiento entre
1997 y 2003, a fin de generar nuevas curvas para evaluar el crecimiento y el
desarrollo de los niños en todo el mundo que sustituyesen a las creadas en
1993, que no representaban adecuadamente el crecimiento en la primera infancia.
En España, el Sistema Público de Salud utiliza las tablas de
crecimiento confeccionadas por el Instituto de Investigación sobre Crecimiento
y Desarrollo de la Fundación Faustino Orbegozo Eizaguirre, que manejan datos
hasta los 18 años, a diferencia de las tablas de la OMS, que llegan hasta los 5
años.
Otros instrumentos muy utilizados para la detección de los
trastornos del desarrollo son las denominadas pruebas de cribado, que no son instrumentos
de medida propiamente dichos, sino procedimientos de detección de signos de
alerta en áreas como la motora, la cognitiva, la socioafectiva y el lenguaje.
En este sentido, la escala de Haizea-Llevant o el Test
de Denver son unas de las pruebas más utilizadas en España para la detección de
alteraciones del desarrollo.
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