"El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices." (Oscar Wilde)

lunes, 1 de septiembre de 2014

Adultos y adquisición de autonomía



3.3. Valoración del papel de las personas adultas en la adquisición de la autonomía personal de los niños y niñas
 
Durante los primeros años de vida de los niños y las niñas, somos los adultos los encargados de atender y satisfacer todas sus  necesidades, decidiendo qué pueden hacer y qué no y cuándo pueden hacerlo. 

Después, según se va creciendo, el niño y la niña van adquiriendo una serie de capacidades y habilidades que les permiten una mayor autonomía y la satisfacción de sus necesidades, lo que implica que el adulto intervenga de forma menos directa.



Es muy importante que tantos padres/madres como los/as educadores/as entiendan el papel que juegan los adultos en el proceso de adquisición de hábitos, pues no solo se trata de promover comportamientos, sino de conformar también una sana autoestima y de generar lazos afectivos con los adultos que den seguridad al niño y la niña. En este sentido, el equilibrio y la estabilidad emocional del adulto frente a las respuestas de los/as pequeños/as adquiere una gran relevancia.

Como en cualquier tipo de aprendizaje la relación afectiva que se da entre el adulto y el niño o niña juega un papel fundamental, ya que proporciona seguridad, una mejor comunicación y una figura de referencia que facilita la imitación. Por este motivo, el adulto ha de garantizar afecto, cariño y refuerzo positivo, especialmente cuando existan dificultades en el aprendizaje. La confianza y el sentirse querido es el mejor incentivo para aprender.
Por otro lado, el hecho de relacionarse con afectividad no es incompatible con la necesidad de plantear normas y exigencias, siempre que dicha autoridad sea razonable. Que el niño o la niña sepa lo que el adulto espera que haga dota se seguridad y estabilidad su conducta. En este sentido, tanto padres/madres como educadores y educadoras han de mostrarse constantes en sus exigencias, ya que la arbitrariedad en sus demandas pueden confundir y desorientar a los/as niños/as.

A su vez, el adulto es el modelo que el niño o la niña tiende a seguir, por lo que es muy importante que exista una coherencia entre lo que se demanda y lo que se transmite. Por ejemplo, sería una interferencia en el proceso de adquisición de hábitos de higiene bucodental que el adulto que trata de llevar a cabo el aprendizaje no se cepillara los dientes. En otras palabras, el adulto ha de procurar ser coherente con las pautas de comportamiento que plantea, tanto a nivel verbal como no verbal.

 Se debe recordar también que la adquisición y mantenimiento de los hábitos se nutren de su realización cotidiana en los diferentes entornos naturales del niño o la niña. Así, para asegurar el éxito de este tipo de aprendizajes se necesita una adecuada coordinación entre la familia y la escuela, estableciéndose unas pautas de actuación comunes que den coherencia y consistencia al hábito.

Existen diferentes formas de implicar a las familias por parte de las escuelas en aras de una adecuada cooperación en el desarrollo de los hábitos, pasando todas ellas por una comunicación fluida y eficaz. Los cauces más comunes son:
  • Información para concienciar sobre la importancia del hábito a desarrollar (artículo, estudios, guías, dosieres, etc.)
  • Reuniones tanto grupales como individuales a lo largo del curso.
  • Entrevistas para tratar temas específicos en cuanto a hábitos y rutinas.
  • Contacto informal diario (a la entrada o salida de los niños/as).
  • Registros de seguimiento de los hábitos que compartan tanto familias como escuela.


3.4. Identificación de conflictos y trastornos relacionados con la adquisición de hábitos de autonomía personal.

El proceso de adquisición de hábitos se puede ver obstaculizado por varias razones. Por un lado, existen conflictos derivados de errores en relación al aprendizaje de dichos hábitos, asociados a cualquiera de los elementos que hemos explicado con anterioridad. Ejemplos en este sentido serían la falta de consistencia y coherencia en las normas, una repetición o frecuencia inadecuadas, un mal sistema de reforzamiento, conductas no ajustadas al momento educativo, ambientes poco facilitadores, relaciones insatisfactorias con los adultos o iguales a la hora de llevar a cabo el hábito o la rutina, etc.

Por otro lado, hay circunstancias de alto componente emocional ajenas al proceso de adquisición de hábitos que influyen directamente en el comportamiento del niño o la niña. Así, el no saber o poder afrontar situaciones personales genera conflictos emocionales que pueden ralentizar el desarrollo de hábitos básicos. Ejemplos de estos conflictos son el nacimiento de un hermano, el afrontamiento de una pérdida, conflicto con los iguales, situaciones de abuso, separación de los padres, experimentación de una situación traumática, etc.

RECUERDA QUE
La aparición de conflictos emocionales puede provocar un retroceso en hábitos que ya se controlaban como la micción o el sueño.

En los capítulos dedicados a la alimentación, la higiene y el descanso ampliaremos las dificultades y trastornos asociados a la adquisición de hábitos en dichas áreas.
 

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