El organismo
infantil se encuentra desde el mismo nacimiento en un constante proceso de maduración para dar respuesta a las
exigencias vitales, especialmente durante los primeros meses de vida.
Los sentidos
El
desarrollo de los sentidos es muy importante para la evolución del niño y la
niña, ya que éstos son el vehículo a través del cual se entra en contacto con
el medio externo, facilitando la evolución del aprendizaje. Al nacer, el bebé no
tiene todos sus sentidos desarrollados por igual a nivel funcional y anatómico,
aunque de forma paulatina se irán desarrollando durante los primeros meses.
El tacto es el primer sentido que el
recién nacido aprende a utilizar. Hasta el tercer mes de vida, la sensibilidad
táctil se concentra principalmente en la cabeza, la boca y el tronco. El bebé
responde a la presión, a la textura, a la temperatura, a la proximidad y al
dolor.
El oído es el primer órgano sensorial que
madura. Desde el nacimiento responde a los sonidos mediante el reflejo de
sobresalto y parpadeo, discrimina ya entre sonidos humanos y no humanos y al
segundo mes conoce claramente la voz de
la madre. La agudeza auditiva del recién nacido es prácticamente igual a la de
las personas adultas.
En cuanto al
sentido de la vista, la agudeza
visual del recién nacido es muy pobre, ya que no puede distinguir formas y
colores, aunque si sea capaz de discriminar lo claro de lo oscuro. La capacidad
de enfoque es reducida, ya que el cristalino no enfoca bien, captando con mayor
nitidez los objetos situados a 20-25 centímetros, distancia a la cual tiende a
situarse la madre para interactuar con el bebé. Será a los 12 meses cuando el
niño y la niña alcancen la agudeza visual del adulto.
Por último,
los sentido del gusto y del olfato, muy relacionados entre sí,
están ya muy desarrollados en el momento del nacimiento, aunque en el caso del
olfato, alcanzará su máximo desarrollo alrededor de los 3 años. Las recién
nacidos ya son capaces de distinguir diferentes sabores, mostrando su
agrado ante alimentos dulces y haciendo gestos de desagrado ante sabores
amargos o salados. Esto es así porque el dulce le recuerda al sabor del líquido
amniótico y la leche materna.
El aparato respiratorio
Al igual que
la frecuencia cardiaca, como veremos a continuación, la frecuencia respiratoria es mayor en el
recién nacido que en el adulto. El bebé realiza entre 40 y 50 respiraciones por
minuto y poco a poco van disminuyendo hasta estabilizarse en torno a 25
respiraciones a los 2 años y entre 18-20 en el adulto.
Aunque es
cierto que las vías aéreas están maduras al nacer, existe un gran desarrollo
pulmonar en los primeros meses de la vida. En las primeras 8 semanas de vida
ocurre una rápida formación de alvéolos. Se acepta que al nacer existen 20
millones de sáculos y alvéolos y a los 8 años de edad esta cifra se eleva a más
de 300 millones de alvéolos. Al nacer, el área de intercambio gaseoso es de 2,8
m2, a los 8 años de 32 m2 y en el adulto de 75 m2. Durante los primeros 3 años
de vida el aumento del tamaño pulmonar es principalmente debido a
multiplicación celular, con poco cambio en el tamaño alveolar. Después de esta
edad, el alvéolo aumenta en tamaño y número hasta los 8 años, edad en la que el
crecimiento se estabiliza en concordancia
con lo que ocurre en el resto del cuerpo.
El aparato cardiovascular
El corazón
de un recién nacido se caracteriza por una menor proporción de tejido muscular que el del adulto y consumo relativo
de oxígeno superior al del adulto, hecho que determina la necesidad de un mayor gasto cardíaco. Para lograrlo,
el corazón del recién nacido ha de aumentar
su frecuencia cardíaca, alrededor de 140-150 pulsaciones por minuto. Esa
frecuencia disminuye durante el primer y segundo año de vida a 120-90
pulsaciones, hasta finalmente alcanzar las 70-80 pulsaciones por minuto del adulto.
Por otro
lado, con la edad aumenta la frecuencia cardíaca y disminuye la labilidad del
pulso, haciéndose más estable. Así, los valores de la presión arterial fluctúan entre los 94-106
mmHg (presión sistólica) y 50-59 mmHg (presión diastólica) durante el primer
año, valores algo más bajos que los valores promedio en los adultos.
Durante la
lactancia y la niñez también aparecen soplos “fisiológicos”, entendiendo que un
soplo cardíaco es un sonido anormal que se oye al auscultar el corazón ocasionado
por un flujo sanguíneo desigual a través de las válvulas cardíacas. Normalmente
los soplos se corrigen de manera espontánea. También es relativamente frecuente
en niños/as pequeños/as la existencia de taquicardias, en
general causadas por procesos febriles o infecciosos. Se considera taquicardia en el niño una frecuencia cardíaca de más de 180 pulsaciones por minuto (en el adulto cuando se tienen más de 100).
general causadas por procesos febriles o infecciosos. Se considera taquicardia en el niño una frecuencia cardíaca de más de 180 pulsaciones por minuto (en el adulto cuando se tienen más de 100).
El
aparato digestivo
La
maduración del aparato digestivo no es completa al nacer, más bien es un
proceso lento que necesitará de los dos primeros años de vida, hasta que los/as
niños/as son capaces de tolerar la mayoría de los alimentos. Esta lentitud en
la maduración se manifiesta de diversas formas como la frecuencia de hipo,
gases, cólicos, deposiciones frecuentes, diarreas, etc., que en la mayoría de
los casos no conllevan situaciones de gravedad.
Hasta los seis
meses el bebé simplemente de dedica a tragar, ayudándose de los reflejos
bucofaríngeos de succión, deglución y de coordinación de la respiración nasal, que son los reflejos que permiten la conducción de los alimentos de la
boca al esófago, evitando que entren en los pulmones. Después de los seis meses de edad
el bebé empieza a retener en la boca cierta cantidad de líquidos y alimentos
para luego tragarlos. Pero no será hasta el año y medio aproximadamente la
aparición de los movimientos linguales facilitadores de la retención de la
comida en la boca y su mezcla con la saliva, formándose el bolo alimenticio
propiamente dicho, condición indispensable para llevar a cabo un completo
y buen proceso de digestión.
RECUERDA QUE
La velocidad de digestión del bebé irá en función del
tipo de leche que tome, siento el tiempo de digestión de la leche materna mucho
menor que el de la leche artificial.
La dentición
El
desarrollo de la dentición es paralelo al desarrollo del sistema digestivo. Los
primeros dientes de leche que aparecen son los incisivos centrales inferiores,
en torno a los siete u ocho meses. Al mes aparecerán los incisivos centrales superiores y antes de los 14 meses ya se dispone de los
ocho incisivos. A lo largo del segundo año aparecerán los primeros molares y
los caninos, saliendo los inferiores antes que los superiores. Después irán
apareciendo el resto de los molares hasta quedar completada la primera
dentadura. Más tarde, en torno a los 6
años, se inicia el cambio de la dentición de leche por la dentición definitiva.
La aparición
de los dientes ocasiona momentos difíciles para el niño y la niña, causando con
frecuencia dolor, molestias, exceso de salivación, dificultad para dormir,
fiebre y ansiedad. Para paliar estas manifestaciones es conveniente el uso de
objetos fríos y mordedores.
El sistema inmunológico
A pesar de
que los neonatos tienen un sistema celular inmunológico completo en el
nacimiento y se detectan anticuerpos en mucosas tras el primer mes de vida, dicho
sistema madura gradualmente durante el primer año de vida. Cuando un bebé nace,
su sistema inmunológico es estimulado por los gérmenes nuevos a los que se ve
expuesto de forma casual o intencionada (vacunas), comenzando a producir
anticuerpos.
Durante los
primeros meses el bebé será inmune a algunas enfermedades debido a los
anticuerpos de la madre transmitidos a través de la placenta y la lactancia.
Este tipo de inmunidad pasiva, llamada inmunidad materna, se irá acabando
alrededor de los seis u ocho meses. Su propio sistema inmune seguirá creciendo y
sintetizando sus propios anticuerpos, y para cuando tenga un año de edad ya
tendrá un nivel de inmunidad adulta para algunas enfermedades.
El sistema renal
Aunque desde
el nacimiento los riñones cumplen su función de filtración y evacuación, la
maduración del sistema renal no se completa hasta los dos años, momento en el
que los riñones maduran completamente y pueden ya adaptarse
a variaciones significativas en la dieta.
RECUERDA
QUE
El
control de los esfínteres urinarios varía en función de si la micción es diurna
o nocturna, pues la micción diurna se controla antes, alrededor de los tres
años y la micción nocturna alrededor de los cuatro.
El aparato excretor
Al igual que
el sistema renal, el aparato excretor tiene una importante misión metabólica en
el organismo. En los primeros años los tipos de deposiciones se asocian al tipo
de comida que se realiza. De este modo, cuando predominan dietas líquidas las
heces son pastosas y/o acuosas y más frecuentes, haciéndose más consistentes y
menos frecuentes con la introducción de alimentos sólidos.
El sistema osteomuscular
En un
principio, cuando el esqueleto se empieza a formar, está compuesto de cartílago
flexible, pero en pocas semanas comienza un proceso de osificación que
terminará al final de la adolescencia gracias al aporte de minerales como el
calcio. La osificación consiste en la sustitución del cartílago por duros
depósitos de fosfato de calcio y elástico colágeno, que son los dos principales
componentes de los huesos.
El
desarrollo de la musculatura está estrechamente relacionado al del sistema
esquelético y sigue un proceso paralelo al aumento de estatura. El número de
fibras musculares se establece por el cuarto o quinto mes de vida fetal y se
mantiene constante durante toda la vida, siendo importante comprender que
durante el crecimiento no aumentará el número de fibras musculares, sino su
volumen y grosor, conformando de esta manera un paquete muscular más
voluminoso, especialmente evidente durante el “estirón” de la adolescencia. De
este modo, el desarrollo muscular se ve muy afectado por la actividad o
inactividad física.
El sistema nervioso
El sistema
nervioso se compone del cerebro, la
médula espinal (conjunto de nervios que recorren la columna vertebral) y una
red de nervios que llegan a todos los lugares del cuerpo. Al nacer, el cerebro
tiene el 25 % del peso como adulto, aunque al año ya alcanza el 70% del peso y
hacia el final del segundo año el 80% del peso que tendrá como adulto. Luego
continua creciendo con más lentitud hasta los 12 años, cuando llega casi al
tamaño del adulto.
En el recién
nacido, están más desarrolladas las estructuras subcorticales, que son las
encargadas de regular funciones básicas como la respiración y la digestión.
Además, presenta una serie de movimientos reflejos al nacer, que con el tiempo
se modificarán, desaparecerán o se mantendrá para siempre según el caso.
Este sistema
lo estudiaremos en profundidad en el módulo Desarrollo
cognitivo y motor.
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